Si no lo has hecho alguna vez, seguro que has visto a alguien que lo ha hecho. La onicofagia es a lo que comúnmente se denomina como «morderse las uñas». A pesar de lo terrorífico del nombre, la onicofagia no es una enfermedad sino un mal hábito que se origina en el cerebro. Este hábito puede aparecer a cualquier edad por diferentes motivos y es especialmente problemático en niños. Es a lo que se denomina onicofagía infantil.
El estrés, la ansiedad o un gran cambio en la vida de los más pequeños puede originar que se presente este hábito o incluso el adquirirlo por imitación de uno de los progenitores que aun mantengan este mal hábito. Si esto ocurre, se puede preservar este hábito hasta la edad adulta y causar una gran cantidad de problemas en los dientes. A continuación te contamos los problemas derivados de esta acción y por qué es altamente recomendable evitarla.
Las consecuencias de onicofagia y como se puede solicionarlo
Las consecuencias de morderse las uñas pueden presentarse tanto física como emocionalmente. Las uñas, debido al uso de las manos en la vida diaria y más entre los niños, están llenas de gérmenes que al morderlas pueden pasar a la boca y causar infecciones. Del mismo modo, al realizar esta acción los dientes pueden sufrir deformaciones ya que el repiqueteo constante de un incisivo contra el otro para morderse las uñas provoca que los incisivos superiores e inferiores se desgasten.
Emocionalmente, puede causarles una baja autoestima y resultarles vergonzoso enseñar las manos o jugar con otros niños en actividades en las que se exponga las manos. Esto a su vez, puede llevar a una evolución personal del niño más retraída y causarle problemas a nivel personal más adelante.
Dado que el niño no entiende la magnitud del problema, la responsabilidad de que este hábito no se desarrolle o se mantenga recae sobre los padres. Lo principal en estos casos es estar muy atentos a las manos de los más pequeños y determinar cual es la causa que les lleva a esta acción. Es importante hablar con ellos y tratar de tranquilizarles en lo que la causa respecta. Si el problema persiste, existen esmaltes especiales que poseen un sabor desagradable y disuade a los pequeños a continuar mordiéndose las uñas aunque los expertos señalan que una de las soluciones más efectivas es el llevar a los niños a un psicólogo infantil. Este puede combinarse con un dentista que puede confeccionar una funda entre los molares y premolares que impida que los incisivos se junten y así el poder morderse las uñas.
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